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Poemas I

Un nombre extraño

<center>Un nombre extraño</center>

Sigo buscando un nombre
en las columnas verde/azules,
que transitan
y repasan
la conciencia.

Un nombre ajeno
que me adopte como carne,
y que se rompa
de una vez
sobre esta imagen.

O que tenga acaso,
algo de magia en las ranuras,
y goce altivo
de sabor
dulce y amargo.

Uno que se olvide
por común o masticado,
y no este blanco
que huye al trueno
en mestizaje.

Sigo buscando ese nombre
o quizá,
sin que lo sepa,
tan solo un cuerpo
y una cara
que no esconda,
su dolor
entre lo oscuro
de la ceja.

O una historia
que me cuente diferente,
y tenga un punto
de partida
en otra tierra,
que proyecte mi camino
en los dobleces.

Sigo buscando un nombre,
una figura, algún bosquejo,
que me abrace a la sombra
que adormezco,
y me haga mujer
a sangre
de fusil y beso.

Pero que perdure
ante todo
mis cariños,
y deje al corazón,
este tan mío,
como virgen…

Y a ese hombre
que yo quiero…

…siempre adentro.
 

Puertas

<center>Puertas</center>

Alguien debiera un día,
enseñarme
a cerrar puertas.

Pero no a cerrarlas
como se cierra una mirada,
ni así, como se tapa
en el mañana
la herida que hace negra
la palabra.

A cerrarlas quizá,
como el siervo duerme el ojo
en un dejo de inocencia
y de perdones.

O como anida el monte
su entrepierna en la coraza,
y roba al muerto
el canto de alba entre las flores.

Alguien podría mostrarme
si supiera, la herramienta,
que case obtusa
en el ojal de la madera
.

Y haga del viento
un secreto que responde,
y no traspase del recuerdo
a los dolores.

Yo he aprendido
a cegar puertas paralelas
y a borrarles con cerrillos
las ventanas.

Pero es inútil que no pasen
los momentos,
que se adentran y se clavan
en el alma.

¿Será quizá,
que no he buscado la correcta?

Y en la fiera de mis huesos
que percuten,
aun palpita la esperanza
de hallar esa…

¿Que aun cerrada
no se niegue a ser abierta?

Aquellos días...

<center>Aquellos días...</center>

Aquel día dejé atrás
la calle adormecida,
el polvo añejo del anden
y las ventanas.

Las amigas
con zapatos de madera,
los caminos que arrastraban
cerro abajo.

Dejé el secreto
de los árboles de brujo,
el duende verde
que cuidaba algún tesoro.

El llanto claro
de la víbora amarrilla,
su aroma oscuro
entre las viñas y los frutos.

Aquel día dejé atrás
alguna tumba,
el recuerdo de un amigo
casi padre.

Y muchas tardes con el suelo
como abrigo,
o el vacío del que siente
abandonado.

Dejé una rata con su cola
larga y ágil,
que en los techos
hizo cuna a sus mestizos.

Que cambió mi mano
y mi cariño por ser libre,
o quizá, tan solo, fue el amor
que la condujo a ser distante.

Allá, a los lejos
cuando vuelvo la mirada,
aún siento el humo del comal
y las fogatas…

La leña erguida
que prepara alguna madre,
con la savia y las heridas
de su raza.

Veo a mi perro
desde antes compañero,
y su manía de brincar
sobre los sapos.

Y esa mirada que era brillo
de mis ojos,
cuando al dolor mi corazón
no razonaba.

Allá, a lo lejos
aún me roza en el recuerdo,
el cuerpo niño
que sufría, tras la culpa,
de los hombres que ultrajaban
sin ser hombres.

El sabor de aquella madre
siempre herida,
los hermanos con sus juegos
para “grandes”...

O el sonido de los brazos
de mi padre,
que se hacían tan distantes
y extranjeros.

Ahora, después de pasar
la lucha con sus años,
aún guardo mis respiros
a esa tierra.

Guardo un grito
hecho de barro y agua dulce,
del calor de aquella gente
tan humana.

Y me pregunto cuando vuelvo
la mirada,
con la rabia que se encaja
en mis pupilas:

¿Por qué tengo que dejar
lo que más amo?

¿Por qué tengo que ir dejando
atrás la vida?

Ciudad

<center>Ciudad</center>

Recorrer la ciudad
es cosa antigua.

Pisar colmenas de excremento
en los jardines,
huir del hierro que amenaza
los dominios.

Es andar
con ignorancia en el escudo,
y creerse hijo
de la piel
en otra tierra.

Recorrer la ciudad
ahora,
es otra cosa.


Parecen nuevas
las esquinas que persigan,
o las manchas de carbón
en los recodos.

Ya los ojos del niño
no son agua indiferente,
son reflejo de la sangre
en los colchones,
y tienen brillo
de puñal que viola
el alma.

Y las letras
que resuenan discordantes,
no perfilan más
el rostro inculto
de una boca,
si se tornan
en leyendas milenarias
de las voces
que recogen el pasado.

Caminar ahora
la ciudad,
es algo nuevo.

Si uno empieza
a saberse
parte y grano,
de los hilos que han sembrado
su semblante…

Y se siente
más que extraño
un hijo amado.


A veces, por las noches...

<center>A veces, por las noches...</center>

Se acabó
la música para escribir los versos.

Solo queda el eco
de mi pluma tras la hoja,
que defiende su blanco
ante la sombra,
que le acosa.

El murmullo, en una gota
que cae silenciosa,
y resbalando se vierte
rostro seco,
amarillo y arado
en esta luz de esferas
y de rosas.

Y no, no hay notas
para trazar el tiempo…

Mientras me desgasto
y me descubro autista
atando lenguas,
que tejen soliloquios
en el infinito océano
que es el azul de mi cerebro.


Y me pregunto
si alguna vez,
haré de estas imágenes
los símbolos de un libro,
para que me entienda alguien,
más de lo que yo
me entiendo.
 

(...)


Las preguntas no encuentran
respuesta,
si mis ojos persisten
en volverse estrella
que derrama trazos de oro
en las paredes vacías
de mi inconciencia.

Quizás deba empezar
a callar mis voces,
para escuchar el letargo
indómito
que me ofrece
el silencio
que en la niebla espera.

Silencio que busco
y se me escapa
como aire que copula
en mi cabello
cuando lo quiebra.

Será que en esta hora, lejos lo encuentro…

Y en alguna nube formará otro cielo,
y a otros duendes les hilara cuentos…

Mas a mi,
me ha dejado como fruto seco,
equilibrando respiros
entre las ramas muertas
de un árbol viejo.

Escuchando la nada,
y devorando recuerdos,
hablando con el lápiz
que tatúa mi cuerpo.

Y es que, a estas horas…

…si me escucho atenta,
lo comprendo,
y sé
que aun con la edad encima
a veces, por las noches…

…sigo teniendo miedo.

Ellos...

<center>Ellos...</center>

 Ellos también se van al cielo...

Respiran flores
en la aurora
y recuestan su nariz
entre luceros.

Riegan calma
sobre el mundo,
tienen alas en la punta
de los dedos.

Vuelan
y se tornan
una lágrima de estrella,
o una gota de ternura
que derrama trigo almendro.

Ellos también,
ellos también se van al cielo…

Adornan su pelaje
con sirenas
y de sus garras
mana el cielo
y los océanos.

Cantan a la noche
con secretos,
tienen flautas
en el hueso nacarado
de su pecho.

Rezan a la lluvia,
a los misterios
y en la nube virgen
hacen cuna a sus polluelos.

Ellos tienen un dios
que sabe a leche
y es de pelo,
que vuela o nada
si les pesa el largo cuerpo
que repta o anda,
si los ve sufrir de lejos.

Y les sopla las pupilas
dando amor en ese aliento,
que cierra el ojo
que flotó hacia el universo.

Ellos tienen
una casa en las alturas
que refleja el arcoiris
en su espejo.

Y una fuente de llanura
inagotable,
donde pastan sus espíritus
traviesos.

Yo sé,
me lo han dicho mientras duermo...

Los he visto
cuando marchan
galopando sobre el viento.

Ellos viven
cuando parten de su cuerpo
y su alma viaja
en mil carrozas hasta el seno
del calor que los espera
allá a lo lejos...

...con un beso.

La niña del palacio azul

<center>La niña del palacio azul</center>


La niña…
sentada, callada,
y absorta
lo ve desde lejos
a veces lo toca
le cuenta las líneas
y las paredes rotas.

Le besa el silencio
mordiendo las rocas
se abraza a su bosque
y se hunde en las hojas.

La niña lo piensa
y le sangran las horas
de los labios le arranca
madrugadas y auroras.

La niña lo quiere
La niña lo adora
La niña se muere
La niña lo llora

Sus puertas se abren
entre flores y aromas
con azules manzanas
que desgranan
palomas.

Las cortinas de humo
con orquídeas se adornan
y los mármoles fríos
con el sol se tornan
callados sonidos
en alas de amor.

Sus ventanas, zafiros
entre alegres rondas
de silvestres enanos
con hermosas Giocondas.

De los techos cobijo
un cristal escarlata
y del suelo le brotan
mil espinas de plata,
un geranio de oro
una nube de mar.

¡Oh lejano palacio!
¡Oh cercano martirio!

Te rodearon de dioses
te sembraron de lirios
te colgaron gladiolas
te forjaron idilios.



Te pusieron tan lejos
que sus pasos no alcanzan
y la niña te grita
y sus palabras se abrasan
entre calles perdidas
en burbujas de laca,
que le cierran el paso
que le enredan el alma.

Que la adhieren tan hondo
cómo luz a la nada
al oscuro fondo
de su cárcel cerrada…

A la huella vacía
de su historia sin ti.






A media voz

<center>A media voz</center>

A media voz
el verbo se dispara.

Se articulan vocablos
inconversos,
en la especie bipartita
de mis alas.

Una tiza de carbón
yace extraviada,
en el trono gris
con marca griega
de su tapa…

A lo lejos
un ritmo gregoriano
entra y cala,
el halo inquieto
de la lira tan mundana,
que deforma la palabra
y hace dúctil de su silaba
y su magia.

A media voz
el labio arquea,
la frontera curvilínea
de su huella, húmeda grieta
que recoge la memoria
y la condena.

A media voz
mi voz se pierde...

¿Quién la encuentra?
¿Quién la esconde?
¿Quién la miente?

A media luz
quizás se haga,
la voz bandera
que se eleve allá con saña,
hasta el hijo del profeta
en digna gracia,
que incendie al hombre
de clamor
en tanto grito
que se apaga.

A media voz, a media luz,
quizás en ambas…

El frío hace nido
de las letras y me llama,
a soñar con el siempre
o el mañana…

…que en el canto sea amor
y no desgracia.

Manos...

<center>Manos...</center>

Tengo polvo de zorzal en las heridas
y unas líneas que traspasan
la epidermis.

Tengo grietas
en la orilla de los dedos
y una historia que se esfuerza
por caer.

Un secreto
que se esconde
entre las huellas,
o da color a las violetas
de mi vena.

Tengo un ojo
o el corazón en la caricia,
que percute susurrando
mi conciencia.

Este sol tan arraigado
en los nudillos
hijo albino
de su engendro
pintoresco.

Y tengo un cuerpo…
infiltrado
a estas dos aves,
con su tinta que se adhiere
a las fisuras,
de mis manos
que se duelen tantas veces,
o se hacen largas
sobre el vino de algún trecho.

Tengo un arma,
una flecha
… o dos soldados…

Que se turnan uno a uno
las miradas,
y comulgan alta /entera
mi cabeza.

Tengo dos,
o tres…
quizás mil de ellas
que sostienen mi palabra
cuando arquea…

Y recogen mi silueta
si se quiebra.


Dar la mano a la otra mano

<center>Dar la mano a la otra mano</center>

Es cuestión de caer,
y levantarse...

De acoplar al pecho
las espinas
que son viejas,
e intuir en los tropiezos
escalones.

De poner al labio
travesuras
y en la frente una luz
que resplandezca.

O de plegar la herida
a los costados
y hacer grullas de papel
sobre quimeras,
que redoblen con su pluma
el sentimiento.

Es cuestión, también
de ser inmune
a las miradas,
y a los dedos que fusilan
con su garra.


De cambiar el vidrio
a la ventana,
…y hacer lluvia
del cristal de los espejos.

O de asirse
a una fóvea entre las cejas, 
que reciba desafiante
los conjuros,
y verterlos como al río
la montaña,
diluyendo en la retina
su veneno.

O al final,
es cuestión de dar la mano
a la otra mano
y alzar el cuerpo
uno mismo aunque recaiga,
y no sepa
donde diablos está el suelo.

Uno, a veces...

<center>Uno, a veces... </center>

Uno debiera a veces
siendo mujer, llamarse una
.

Pero a una, la letra “a”
no le perfila…
entonces una siendo hembra
decide no hacer caso
a reglas fijas y ser uno.

Y mientras teje
las palabras indigestas…
el llanto rompe
hasta el ojo de la tecla
y le dice a uno
que es más frágil que la letra.

Y entonces uno,
quisiera cavar
un hueco en las botellas
y ahogar el fondo de la carga
que le pesa.

Siente turbia la mirada
en tantas gotas,
que no sabe ya tomar
aquella mano si se quiebra,
y en su lugar quedan
solo marcas de metal
o de madera.


Entonces uno
sigue queriendo abrir un hueco
en el camino…
y perder en los barrancos
la pisada.

Y recuerda
que sus pies aún tienen alas
y en la hiedra
afila el manto de su espada,
alzando el vuelo vencedor
a las murallas.

Pero si avanza
se deprime en los espejos
que se rompen
y repiten en mil voces
los errores,
y no encuentra la señal
que le haga luces a lo lejos
y le diga “ven aquí”
que yo te espero.

Entonces uno
quisiera ser ovulo
o esperma
y engendrarse de nuevo
en el vientre de la selva
y quizá nacer de amor

...y no de piedra.


Un pájaro azul en el cerebro

<center>Un pájaro azul en el cerebro</center>

Ay Garcín,
yo tengo un pájaro azul
en el cerebro.

Quizá se escuche
en el silencio
si lo encuentro;
quizá se vea
en mis pupilas
si no miento.

Yo lo noto
en mis palabras
extraviadas,
y en los versos
que se enredan
en su garra
y en mis dedos.

Ay Garcín…

Yo tengo plumas en el seso;
tengo una flor
como hipocampo,
y tengo un mar
en vez de pecho.

Una jaula en la garganta
que se adhiere,
a esta glotis
y hace un arpa
con mi lágrima y mi aliento.

Y de ella…
un pájaro azul,
que es gris o negro.

Un pájaro de hierro
en los costados
o en el sueño,
que me pesa
en las meninges,
que lo apresan
entre el ceño.

Que aletea y me golpea
sobre el llanto,
que no engendro.

Que me espesa
así la sangre,
en tanto grito
que no entiendo.

Un pájaro azul, amigo preso
que se hace beso
si me sangra la mirada…
y se hace abrigo
si me llora ingrata el alma.

Un pájaro azul…

Que me habla y nadie escucha.

Que me hiere y nadie cura.

Solo deja huellas en mi carne
y se hace nido entre mis nervios.


¡Ay Garcín!

¡Yo también, yo también!

Yo también tengo un pájaro azul…

¡Así lo siento!


Echarme la vida al hombro

<center>Echarme la vida al hombro</center>

Y es que a veces…
duelen las manos
de tocar en línea recta,
o curva plana,
sin avanzar el limite
y la carne que las traza.

Sin avanzar,
allá, entre el barro
que nos forja las entrañas,
en la tierra que nos pare
y que nos marca.

Sin que los gritos puedan más
que el dolor que los amarra
en un canon de amargura
sin verbo y sin palabra.

Y es que a veces respiro
y el aire se disuelve en agua,
y mis pupilas abiertas
no saben, cuando callan,
que esta sal,
que hace piedra de mis lágrimas…
… me mata.

¿Como beber entonces,
la impotencia sin tragarla?

Será quizá, en un sorbo
de sangre mal cuarteada.
O tal vez, en un suspiro
que espíe mi ignorancia,
y me haga expirar luego
sin malicia y sin espadas.

A veces, quisiera entonces
de un árbol, ser corteza y fruto,
o ser la savia.

Y echarme la vida al hombro,
a carcajadas…

Atada entre las uñas
como nana indígena
que lacta
el hambre del mestizo
entre las grietas de su espalda
y el dolor colorido
…de mi patria.

O quizás, echarme la carga al cuello
en la garganta, y poblarme
de hierro los zapatos,
o descalza
ser corcel alzando llamas...

Entre el dorado sol
de su herejía…

y el himno siempre azul
…. de su desgracia.

Si te marchas

<center>Si te marchas</center>

Un rumor me acerca
de reojo a tus llamados.

Y no puedo…

Correr tras esas nubes
que se pintan
ya cercanas a mi llanto.

Me detengo,
me sostengo entre la felpa
del amigo imaginario

Que no es dios,
ni mucho menos es humano.

Es tan solo
un gato inerte/desgastado,
que me abraza las heridas
y hace hogar bajo mi brazo.

Necesito su cariño,
su sonrisa, hasta su canto.

Necesito de su mano,
padre mío, si me faltas
y te extraño.

Si te espero entre las huellas
que dejaste tras mis campos,
o entre el beso que me cierra
desde siempre el duro
parpado.

Yo te espero, padre mío,
tú lo sabes,
pero hay veces…
que los años pueden más
que los quereres
.

Y el cabello se me enreda
como hiedra entre los huesos,
y los hala, cual destino
que no espera a ser llamado.

Y me aferro con los dientes
a tu abrazo,
o me pinto en la memoria
como niña que no muere…

A esperar que la vida
por esta vez
...no sea muerte.

Mientras poso mis oídos
en los rieles, como marcas
que en suspiros, me dirán…

Si te vas hoy
a donde marchas
.

Otoño entre las copas...

<center>Otoño entre las copas... </center>

Dame otoño
hojas pardas en invierno…
que así el frío de tu boca
no me llueva sobre el sueño;
y el color de tu distancia,
no me ahogue los recuerdos.

Dame otoño
un barco de aire, siempre alerta
y como flora india
pon victorias en mis rieles
que estallando...
sean canto, agua, sombra agreste,
gota amorfa de fonemas,
y de enseres.

Veo al hombre, otoño,
y soy tu diestra, y mientras vuelo...
siento a la fiera hermana
y me estremezco.

Me disperso
luz contraria entre las líneas
zoomorfas, cardinales de la rama,
cortando escenas en relieve
mal tallado,
de las grutas...
verdinegras del pasado.

Ya difusa, soy quizá
cortina de hojas, o tal vez
cristal de azúcar humectando
los apéndices prensores del gusano,
o los cilios coloridos del naranjo.

Quizás tan solo
huella arcaica, misionando
que recoge grano a grano
aquella savia, amarga/prieta
de tus nanas hecha malta
que alimenta las raíces marginadas.

Hazme otoño,
ser suspiro entre tus alas…


Y acampar desnuda
sin refranes, ni sudarios
en la copa oscura de mi Ceiba
reina patria…
para ver desde sus ojos los caminos
ultrajados con las uñas empalmadas...

…de animal
que dio la espalda a su manada,
y por ser hombre
….olvidó a su especie…
y se hizo nada.


Donde hallarte

<center>Donde hallarte</center>

No me digas camino donde hallarte
no me lo digas, destino, no me llames…
que mis huellas no siempre
tienen ojos para andarte…


Y es que a veces, no soy más
que animal sin suela
y de mi carne
pajarillos y abejas
roban polen, hurtan sangre.

¡¡Dios!!

¿Quien me dice
que avance, que no muerda…
o que me mate?


Si nací con el puño en la garganta
que no calla,
y de la flor me guía
a ser el ave y no la sarna.

Si del guiro tengo el trino,
tengo el hambre,
y de la piel gotas de tun
en las maderas de mi aire.

¿Es que acaso alguien sabe
donde posan mis huesos
si es que caen…?

¿O alguien sabe, si mi lanza
...es de cielo
y no de alfaque…?


A quién canto, entonces…
dime tú, quetzal de nata…
¿Le canto a la herida de tu pecho,
que aún sangra...
o le canto al color de tu pluma
verde, magna?

Ah, selva, corazón de ala…
dime señora, madre, hada…
¿Le canto al hierro
que desgarra tus entrañas,
o le canto al agua
de tu río que me embalsa?

No me digas camino, no me llames…
que a sorbos
engullo trago a humo,
tu linaje…


… o lo pierdo…
y no soy nervio,
ni soy nadie.

No me esperes camino,
entonces…
sigue andando,
que tus notas, hoy en mí,
… quizás no marchen.

Porque nací con savia en vez de plasma,
y nací con garras de afrodita
entre las garras.


Y acércate vida, tú,
estrella valva…
deja que el siervo
ya dolido...
…encuentre historia
entre tus ramas…

Y déjame así, esquiva extraña…

Descubrirte entre los rizos
que hacen náufragos mis mares…

Conquistarte en el misterio,
que me llama en lo salvaje.

Una canción de ola

<center>Una  canción de ola </center>

Aspira…
vapor de estrella,
o telón de alga,
trazo en el cielo naufragando…


Lanza, fusil, astilla
eres al alba,
o hilo y mordisco de humo
a la distancia.

Y se alzan manos
a tu vuelo,
si la muerte finge
ser estatua
o dios de sexo
entre los cuerpos
que se abrazan.

O dios de viento
entre las velas
que tragan,
a galopes el aire
de sueños muertos
que se cansan.

Entre sal de peces
…ciegos
deglutiendo el anzuelo
barca escasa,
del estriado madero,
que parió la esperanza.

Donde viaja la tierra
que en la sangre navega,
a buscar otra vida,
a buscar otro tiempo…

Donde el hambre
no coma
más dolor en los huesos,
y el injusto no sea
más señor o monarca
y menos dueño.

¡Oh mar! ¡Amigo!
Compañero incierto
de mártir mirada,
y corazón de trueno.


Escucha sus gritos,
acuna sus miedos,
y dales ahora
si la cordura se aleja
un beso de ola,
un poema de ciervo.

Para que duerman
y partan creyendo
que atrás de este cielo,
les espera sonriendo
uno albo en espuma,
cristales e imperios…

Uno siempre…

…. tan alto y sereno,
celeste y albino, y nunca tan negro.


Moro negro

<center>Moro negro<center>

Vals de cristal
rompiendo alas,
brota…
baile húmedo
de un pez que vuela
cuando nada.

Esfera…
cárcel transparente
o lisa,
que asfixia el aire
dilatando escamas.

Y abre la boca,
grito en silencio
porque lo escucha el sordo
que tocando, solo calla.

¿Quién ha de tocarte, moro negro?

Terciopelo de plata,
carbón de velo.

Si los que somos tierra,
en el agua
lodo nos vertemos,
aun queriendo
ser barro o ser madero.

Y hacer barcas
o quizás templos,
para cundir de azúcar
el dulce abrazo del atlántico
al pacífico estrecho,
donde brotara tu engendro
de coral, de espada
de sal y de estruendos.

Dime…

¿Quien ha de tocarte cuarzo negro?

Si los que somos fuego
a golpes descalzos
quemamos y ardemos
y del agua huimos
como demonio estéril
en tu vientre materno.

¡Ay!… ¡quien supiera tu nombre,
tu raíz y tu tiempo!

Quien pudiera respirar
gotas de aire
bajo el agua, bajo la hoja,
bajo la nube, vapor blanco
de tu cielo.

Y te llevara asido
en su espiral sin freno
a cazar mariposas
de libres elementos
que ingrávidas se tornan
aun siendo acero...

En el viento azul,
plateado y moreno
en el que yo…
…como tú…

...he viajado y he vuelto
sin ser ala,
sin ser polvo, sin ser ave.

Sin ser siquiera...
…aliento muerto.

Una mueca de locura

<center>Una mueca de locura</center>

En una mueca de locura
me congeló,
entre llantos la sonrisa.

Mas, mis ojos cuando miran,
en palacios sepia
se marchitan.

¿A que se aferrarán mis manos…
…si las paredes caen sin sentirlas?

Más parecen empujar las ruinas

de esta vida
que me amarra al árbol muerto
que me guía;
y al amor ingenuo que me entrega
el can sediento
que me mira.

Si deliran mis ideas
y se pierden
en mi afagia de cordura
que no traga y no respira.

No juzgues entonces
mi labio que entreabierto,
aún espera el beso
de la muerte
...que cierre el borde
de su herida.


Quizás plegaria sea al cielo,
eternizada en laberinto
sin caminos,
de mi hambre que se esfuma
entre sonidos,
de un recuerdo en mi mente
fallecido.

Entre voces
que se turnan mis oídos
cual imágenes difusas
...en mi olvido.

No juzgues así, con prisa
...el desvarío…

Y deja entonces
de fumar mi hastío
que en la bolsa que tu pisas
guardo todas mis huidas
tengo un sueño, tengo un ángel,
hay diamantes, profecías.

Quizás, mejor será
que cuides
tu razón vacía
no sea, que sin saberlo...

...se pierda un día tras la mía.

En tus ojos de luz

<center>En tus ojos de luz</center>

En tus ojos de luz
me reclamó la vida,
cuando me talló el vientre,
y me sembró el amor
hilando espinas.

En tus ojos de azul
nací contigo,
y me entregué rendida
al dolor de ser mujer,
de ser amante, de ser arcilla.

En mi sangre hiciste nido,
de mis montes
…tus esquinas,
de mis huesos
blanca estrella
para tejer tu abrigo.

En tus lágrimas
lloré este miedo,
y ahogué mi rebeldía...
…en tus lágrimas
lacté el futuro
y engendré la dicha
de ser completa,
de ser corazón,
madre, hermana, amiga.

No huyas amor,
niña, vida…

No me abandones,
no te marches todavía,
que mis manos se desnudan
sin tus risas,
en mi cuerpo
que se acaba tan deprisa.

No abandones mi seno de tu frente,
no desnudes tu frente de la mía,
de mis dedos, de mis labios
sin tus días.

No corras, pequeña
sin virar la vista
sin medir tus huellas
sin trenzar caricias…

Aguarda
a este ser que crece
jugando entre tus niñas,
que sigue ampliando sus brazos
para mecer tus sillas,
arropar tus llantos
y secar heridas.

Espérame chiquilla,
no te apartes todavía,
que aún hay sueños
que pescar en esta orilla.

Que aún hay cuentos
que vivir en esta vida.