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¤* Xinca *¤

Poemas II

Lejos...

<center>Lejos...</center>

Quién pudiera
romper del cielo
tanta anchura
o rasgar con una espina
el espesor
y que no crezca.

Quién pudiera
ser un icono frondoso,
que de un paso
traspasara los océanos,
en un surco
que delire
el ande espeso.

Quién pudiera
así sentir lo que yo siento,
maldita brisa
que me rompe a las tristezas,

y me ahoga
en la impotencia
en que florezco.

Dime tú,
que sabes verme
aun no tocando…

¿Donde engaño
estos brazos que se han muerto?

¿O quién recoge
de mis ojos
tanta sangre…?

Yo camino con la vista
siempre al frente…
mas no puedo
ver después de tu mirada.

Entonces, rompo
y me desgarro tantas veces,
que me sigo preguntando
como vicio en las palabras…

Quién pudiera amarte
como yo
así de fuerte,
aun estando tú tan lejos
de mi vientre...

Mientras siento
que a mi lado
está la muerte.

Siglos...

<center>Siglos...</center>

Despacio,
el tiempo asoma sus dedales
y nos palpa.

Cuenta esferas
que dormitan los minutos,
o recogen
con la patria
el sol campestre.

Y nosotros…
que somos eje entrecortado
de una tierra.

Y somos piezas
que se engranan
atrayentes.

Nos fundimos
en un halo que respira,
y se ensancha en mi garganta
con tu anhelo.

Y así, despacio…
nos hacemos de una vida
pecho a pecho,
con la frente
y con los puños
relucientes.

Y seguimos
el sendero que se marca,
en la piel
siempre sedienta
de algún roce,
cuando se unen
con tu cielo
mis nostalgias.

Así,

el tiempo sigue andando
en pies cansados…

Y nos ve
con el dolor en la pestaña,
por los días que pasaron
vacilantes,
si nacimos en un mundo
separado.

Y sonríe
por los años
que nos llegan,
confiado/alegre de los siglos
que nos faltan,
si se rompe la distancia
en nuestra mano.

De mi llanto tu tristeza

<center>De mi llanto tu tristeza He de buscar
silente
tus palabras,
y migrar en cada tono
que florezca.

Virar acaso
tras la gota
o tras el viento,
inquieta esfinge
que respira
de tu pecho.

He de soñar
un péndulo brillante,
que palpite
paralelo a mis pulmones,
y haga prenda
de tu sangre y de mi sexo.

O un cortejo
en los acordes
que celebre,
el compás que fluye
de mi boca, dando brincos
y te inflama el corazón
si fluye intenso.

He de girar el camino
hacia el tobillo,
para hacer un dije
de la línea que te abraza;
y pender
de mis orejas
dos urgencias,
que susurren estallando
si es que faltas.

O quizás, he de cortar
con un poema
alguna métrica,
que marque el ritmo
con que clama,
tu ausencia…

Y rompa el frío
que separa de mi llanto
…tu tristeza.


Momentos...

<center>Momentos...</center>

En momentos como este
quisiera ser aguja,
y derramar mis pies
sobre el reloj que nos aleja.

Mientras tanto,
atrapo una corchea en el silencio,
o arqueo mi cadera sobre el muslo
y te hago un hueco.

Momentos que debieran ser
un óleo antiguo en las murallas,
que pintara a la mujer
como costilla,
transversa gota que atraviesa
a quien la ama.

Instantes o murmullo,
tiempo en grava
que erosiona en mil reflejos;
Eje lineal cavando el halo
semiabierto,
del cuerpo que en la espera
se hace eterno.

Entonces, en momentos así,
como el de ahora,
en que el alba fina
de mi vientre,
sangra herida por la hoja
:

Yo me sostengo o me absorbo
en tu semilla
hombre,
y te aguardo como
eco en el oído,
mientras rezo
el crucifijo de tu nombre
...sobre el mío.

Algo de ti...

<center>Algo de ti...</center>

Algo abajo del misterio,
del color, o lo amarrillo del fruto
y de los sueños.

Algo adentro de la sangre
o del instinto
tribal que revienta
en mi cerebro.

De eso hay algo en mis caricias
que se escuchan,
o en el dorso de mi cuerpo
y su silueta.


Algo de ti,
encajado en mi pupila
dando saltos de humedad
sobre mi cuello.

Haciendo ruta
de tus labios al vacío,
reptando el surco
de mi vientre que palpita.

Algo de ti o de tu voz
nace en mi ombligo,
y le hace cuenca
al ojal de tu costilla.

O se hace nudo entre tu pecho
que me abriga
y comulga nuestro abrazo
a las heridas.

Algo de ti, hombre
está en mi carne…
y me vive desde el sexo
hasta la risa,
cuando rezo de tu boca
los secretos.

Algo de ti, amor
guardo en las manos,
línea oblicua
de tus dedos matinales
que transitan desde el ojo
a la falange.

Como un río,
o una anguila en el diafragma,
que recorre mis arterias o mis venas
y me muerde el corazón
gritando hambre.


Un barco de hojas...

<center>Un barco de hojas... </center> Necesito
despertar del árbol
la corriente,
y trenzarme de sus ramas
la nostalgia.

Colgar de sus vahos
verticales,
escalando el musgo
comensal de la ventana.

Necesito,
simular al ave cuando duerme,
y soplarle al río
la cascada de las rocas…

Caer inerte
inventando un roce fértil,
de la hoja que resbala
entre la gota,
los celajes.

Así, respirar pausado,
y deslizarme
en la maleza convergente
de unas manos.

Para volver andando
el pentagrama,
y saltar la ronda en un pie
o sobre una cama.

Necesito, entonces…
cerrar la vista cuando espía,
o anclarla más allá
del que mira.

Y atarme nudos
de cabello
tras la espalda,
y borrarme los disfraces
que desmayan.

O inventarme como el niño
un barco de hojas,
y viajar sobre mil leguas
tu camino,
sin que triunfe
rebosante...

...la distancia.

Cuerpo a cuerpo

<center>Cuerpo a cuerpo</center>

Al encuentro
de tu cuerpo con mi cuerpo,
mar de azúcar en mis dedos
cueva oscura.

Despertó la piedra
blanca garza de tu vena,
arcilla escala que renace
entre mis piernas.

Al encuentro de tu sangre
con mis versos,
prietas gotas de sudor
sobre mi seno,
tu mirada
luna tibia que no mengua
desnudó la seda que cubría
tanta pena.

Y entre ritmo de tambores
o entre plumas,
con estatuas de argenta
así talladas...

Tu sexo fue de flor
gloriosa espuma,
mas, mi mano de estos labios
fue la tumba.

Y se unió, allá a lo lejos
basto cielo,
entre mitos que declaman
los poemas,
que de savia se hacen
dioses, besos, truenos
con lavandas prodigiosas
o morenos.

Como el canto
que nos traen las gaviotas
cuando danzan en papeles
o entre copas…
…y nos dicen que soy sed
y tú eres gota.


Dilúyeme

<center>Dilúyeme</center>

Tiza húmeda
es a mis labios tu recuerdo;
cazador de sueños
a mi oído
es tu palabra.

Como plumas
que gotean tus sabores;
como hilos,
que sostienen entre lluvia
...los raudales.

Como ese lino/tul
siempre añorado,
que de tu piel me guarda
entre las copas
el galope,
de madera o tambor
virgen y forjado
con la sal morena
de mis dedos, en tus manos.

Así,

respiro tu rostro y te recuerdo...

O aspiro de tu sangre
y me vuelvo aire,
ave, oxígeno,
o quizás arteria incontenible,
indescifrable.

Así puedo recordarte y te poseo...

Sin que sepas
en tu hueso ya abrigo;
sin que sientas en tu vientre
ya mi pecho.

Difumina mi nombre y hazlo arcilla…

Que de mi frente
brotan, azules mil deseos
para hacerte
del estaño/cobre,
un arcoiris,
isómero,
espejo de tu alma
en mi camino.

Hazte entonces, amor...
un canto no dormido,
y de mis voces estrechas
o sencillas,
has ojal a mi pupila
tu nostalgia,
en la sombra de tus ojos
nunca exhausta.

Y déjame, en esta hora
que se acerca...
cobijar entre mis senos tu sonrisa,
y respírame o abrázame,
en delirios sin cabida…

Ahí, donde me sumerjo
por las noches, si me dejas,
observando al sol
que se derrite sobre el agua,
en esa cópula amarilla
que unifica,
entre líneas y distancias

...la tristeza.

 

Constancia....

<center>Constancia....</center>

Quise escribirle, contarle tantas cosas…

Y un silencio absurdo
que recoge mis cabellos
o los bota,
tras los ángulos estrechos de mi sombra,
me acalló el gemido
y de mi nombre hizo su gloria.

Quise escribirle, decirle tantas cosas…

Y un secreto mudo,
con las huellas encastradas
me encajó los dedos y los ojos
tras su paso…
me enterró el delito
de ser carne, boca de agua,
mano andada…

Y arrugó mi voz,
como piedrilla en la garganta,
o como nudo de sangre en la corbata,
o en la manga.

Quise decirle, hablarle tantas cosas,
un rosario, una alborada,
esa constancia...

Que dijera entre comillas
las nostalgias,
que me viven en las piernas
si se marcha,
y que me llenan los bolsillos
si me abraza.

Y el ritmo azul,
de mis arterias dilatadas,
no pudo más, que ser arcano,
o ser enviado…
y viajó, allá, entre las puntas
maltratadas…

Que atan crueles,
a mis dedos, que gritando
piden lanzas, piden fuego,
espina y armas
…mientras forjan
las vocales, si es que faltan…

Para decirle, amigo,
hombre, amor, pasión,
mi alma;
que aun sin lengua que haga nido
en mi palabra…

Será su voz,
...siempre
mi canto a la esperanza.

Quién diría

<center>Quién diría</center>

Quién diría, amor…
que me dueles
y te duelo.

Que me habitas y me pactas
en las noches cuando muero,
cuando corro, y me sostengo
en aleteos
o bosquejos.

Quién diría que te siento
y que me sientes
célula madre o pulmón de viento,
falange etérea
de mi huella en la palabra
y el espejo.

¡Ay, quién supiera amor,
que me dueles y te duelo!

Que a veces, más que llanto
...o más que nada,
con rumor de sombras
sin galaxia, sin arpegio.

Y me sangras, nato, impune,
como antígeno que eleva
mis esfinges y mis huesos.

¡Oh! ¡amor!…
y quién supiera de tu iris
lácteo cielo
como estrella dilatada
entre mi pecho,
de florestas esculpidas
en acero y alfarero.

¡Quién diría, corazón,
quien lo diría!

Que levitas
de mi cuna los gemidos,
más allá, entre el surco
de mis días en tu cuerpo,
o más acá del grito
de mi nervio en tu cerebro.

¡Quién lo diría amor, quién lo supiera…!

Que la distancia
me extraña y me visita…

Que la tristeza se enamoró
de mis tristezas…

Ay, corazón, quién lo supiera…

Que prefiero morir
entre mis ojos y tu risa…
que vivir con una lágrima
en mis besos

...y a lo lejos.

¡No me alcanza, no me basta!

<center>¡No me alcanza, no me basta!</center>

Y es que a mi no me alcanzan
veinte poemas de amor
y una canción desesperada.

Ni he aprendido
a formar puentes como liebres…


Para decirte que me naces
cada día como agua,
y me calzas los pasos
entre lluvia como hojas.

O decirte que me habitas
cálido y constante,
dulce y espeso entre la sal
que orquídea en mis deseos
…cuando te pierdo.

Y es que a mi, me faltan letras
para tejer sonrisas en tus ojos,
y me faltan espacios
para volverme aire y respirarte,
y me faltan, incluso…
… silencios para hacer de mi dolor
un grito ciego.

Dime entonces… amor, donde me escondo…

¿A quien he de robarle el trino y los encantos?


Para decir que tu piel
hace cuenca entre mis senos,
para cantar de tu nombre
que hace surco entre mis llantos.

¿Será acaso tu esencia…
quien bautice el aire con mis dedos?


Toma mi mano entonces,
que se extingue en tu figura,
que se hace polvo entre tu sombra,
y se hace lanza entre tu ropa,
que me desnuda y me destierra
siendo sangre…

y deja impresas en su huella
las palabras…
… que en mi boca suenan
y revientan como olas, de tu mar que en celo
forma orilla de amapolas, en esta selva, blanca,
virgen que es mi cuerpo.

¡Sostenme así, amor y no me sueltes,
que a tus labios se aferraron mis caminos!


Que me cansé de ser ángel,
de ser trueno
que se duerme y no renace,
…y se desviste
de azul y vino en tus sonidos,
como dioses desnudos
que fecundan lo impalpable
entre caricias y sentidos.

Sostenme así, amor, no me sueltes,
déjame ser heraldo negro…
...y posarme sobre la piedra blanca de tu pecho.

Y dame voz y dame grito con tu aliento…
…que la mía no basta,
para entregarme en estos versos.


Quizás mañana

<center>Quizás mañana </center>

Afuera…

Hojas secas,
crujen
como puertas viejas,
y atraviesan un silencio que no escucha.

La noche, dice,
que olvidó mi luna entre tu plata…


Y yo…
que me canso
de contarme los cabellos,
y de trenzarme sueños…
me ahogo
en estos trazos de cepillo
que resbalan
por la espalda de mis dedos.

A lo lejos, parece hablarme
cuando mi razón te llama…


Hay flores
dispersas en mi cama,
como si el techo llorara
primaveras que no mojan,
que no besan, que no hablan.

Flores de manta
que adornan
el frío de este abrigo
que no abraza y solo estorba…
escupe soledad y rumia esporas.

Que amarra el cuerpo
que no supo ser estatua
y menos horma.

Pero adentro, todo duele,
Todo sobra…


Silencio queda, solo silencio…
y se diluye la vida,
si los respiros callan,
si los gatos duermen,
sobre mi alma que desmaya
y ya no llora.

¡Y no, no queda nada!

Solo estos ojos
incrustados en la sala,
con sus manos de arcilla
que sostienen frutos
huérfanos de árbol y savia.

Solo este olor a mito y cuento
de tus tierras tan lejanas,
a incienso
que silba con su brasa
y deja estelas en mis pies
que ya no calzan.

Quizás, solo mi sombra que no toca,
quizás solo ella quede, en esta noche
y no se esconda…


Porque me arde la piel
estando sola,
me arde…
de beber esta humedad
que se evapora,
entre surcos
de siluetas que se borran.

Quizás,
la encuentre mañana entre tu almohada,
tranquila, etérea, inmaculada…

Quizás mañana…

¡Si!...
quizás mañana,
despierte mi alma, postrada así…
entre tu pecho y tu mirada.


Floripondio

<center>Floripondio</center>

Las sombras
se sostienen de pie,
y yo cayendo…
bañando el mar con sal
de sangre entre mis huesos,
de rostros heridos
que engullen recuerdos,
bramando caricias
enredaderas tus besos.

Los vacíos gimen,
y yo ardiendo…
con el vientre lloroso
de corales risueños,
de arenas regadas
en tus fálicos sueños.

¿Escuchas?...
El aire huele a cuerpos
de ceras maleables
arcilla en tus dedos;
a flores naciendo
en tallos erectos,
rociando polen
espuma
blanca brisa
entre mis senos.

Los murmullos no callan
escudriñan misterios,
penetran el vaho
de tu sed en mis labios,
de mi esencia
en tus poros inquietos.

La noche termina…
y tú no has vuelto,
y mis bóvedas frías
anhelan tu cuerpo
que adherido a mi carne
me bebe el aliento.

Y mis manos se pierden
estallando intentos,
como insectos fugaces
engendrando los suelos
de las selvas espesas
que dibujan tus lienzos
en mi piel dormida
renacida en tu sexo.

Sigamos el juego

<center>Sigamos el juego</center> Oscuros mis días
adiviné tu canto
cómo figura tallada,
aire estrecho,
marca asible en la distancia.

Lejana y rampante,
presencia extraña,
pez en tierra, ave en agua,
halo de luz sobre la nada.

Escudriñé mis sueños…

Adiviné tu rostro y lo sostengo,
lo hinco en mis entrañas
y lo engendro.

Lo elevo y lo amarro a mi vuelo
de serpiente emplumada
con alas de fuego.

¡Si!… ¡dejemos el suelo!

Coloca mi alma tras tus huellas...

Sigamos el juego…
Juego de vida, corazón en juego.

Nuestros labios no perderán sus truenos…
porque tu boca es mar
y la mía,
madera navegando
aérea hasta tu pecho.

Nuestros pasos no sentirán el tiempo…
porque las horas crecen sin aliento,
y los segundos nacen limpios
rasgando el himen de lo incierto.

… sigamos el juego…

Nuestros cuerpos no serán etéreos…
porque mis manos en tu rostro
son acentos cardinales,
en sonidos ancestrales,
diamantes nuevos, bosque espeso.

Nuestras luchas serán besos…
porque mis dedos sangran
y no hieren,
edifican imperios de suspiros
serpenteando edenes en tu lecho.

Sigamos el juego…
Juego de vida, juego eterno.

Habitemos los cielos existiendo
entre vírgenes morenas y cristos negros,
de nuestro amor que es de tierra y barro férreo,
de sangre azul y rojo almendro…


No de olvido… ¡no!… no de recuerdos.